"En ciertos campos del país había unas piedras brillantes de varios colores por las que los yahoos sentían una gran inclinación. Cuando algunas de aquellas piedras estaban adheridas a la tierra, como sucedía a menudo, los yahoos pasaban el día entero escarbando con la uñas hasta lograr desenterrarlas y luego se las llevaban y las ocultaban en sus covachas, siempre mirando a su alrededor, por miedo a que sus camaradas descubriesen su tesoro. Mi amo dijo que nunca había podido comprender la razón de este antinatural apetito, ni en qué aquellas piedras podían ser útiles a los yahoos, pero ahora suponían que se basaba en el mismo principio de avaricia que yo había atribuido a la Humanidad. Me contó que, en cierta ocasión, había quitado las piedras escondidas por uno de sus yahoos, y el sórdido animal, al echar de menos su tesoro, había aullado tristemente para atraer a toda la manada; luego aulló de nuevo y se precipitó a morder y arañar a los otros. El yahoo, desde entonces, emp...