Ecce Homo (I)
"En ciertos campos del país había unas piedras brillantes de varios colores por las que los yahoos sentían una gran inclinación. Cuando algunas de aquellas piedras estaban adheridas a la tierra, como sucedía a menudo, los yahoos pasaban el día entero escarbando con la uñas hasta lograr desenterrarlas y luego se las llevaban y las ocultaban en sus covachas, siempre mirando a su alrededor, por miedo a que sus camaradas descubriesen su tesoro. Mi amo dijo que nunca había podido comprender la razón de este antinatural apetito, ni en qué aquellas piedras podían ser útiles a los yahoos, pero ahora suponían que se basaba en el mismo principio de avaricia que yo había atribuido a la Humanidad. Me contó que, en cierta ocasión, había quitado las piedras escondidas por uno de sus yahoos, y el sórdido animal, al echar de menos su tesoro, había aullado tristemente para atraer a toda la manada; luego aulló de nuevo y se precipitó a morder y arañar a los otros. El yahoo, desde entonces, empezó a languidecer, no comía, dormía ni trabajaba, hasta que mandó que un criado, en secreto, restituyese las piedras a su lugar, escondiéndolas como antes, con lo que el yahoo, al encontrarlas, recobró sus energías y buen humor, si bien tuvo buen cuidado de llevar las piedras a un mejor escondrijo, y se convirtió desde entonces en un bruto muy servicial".
Fragmento del Capítulo VII de Viaje al país de los Houyhnhnms, cuarta parte de la novela Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift.
Traducción de Agustí Bartra
Fotografía: Keith Ladzinski, National Geographic.